sábado, 11 de mayo de 2019

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martes, 12 de abril de 2016

El saltarín

Recuerdo que mi mamá compró un saltarín, para "saltar la soga", pero nunca lo utilizó para hacer deporte, fue un reemplazo de la correa, que utilizaba con gran precisión para castigarnos. Un día encontré un dinero en mi mochila BRONCO, una mochila espantosa de jean, me la compraron porque mis mochilas siempre las usábamos de arco en el colegio y se rompían a los dos meses de iniciado el año escolar, la crisis de los años 90´s en el Perú, obligó a mi madre a hacerme pasar algunas vergüenzas, y definitivamente usar una mochila BRONCO fue una de las que marcaron mi infancia.
Estaba en la hora del recreo y descubrí a los 6 años de edad el enorme poder del dinero para conseguir amigos, invité a mis nuevos amigos muchas gaseosas Casinelli de Champagne, grageas dulces en sorbetes, bocaditos Karinto, chocolates en forma de Sapo y alguna otra cosa más. Era el rey, la felicidad absoluta, mi padres nunca me habían dado propina y pensé que ese dinero era el inicio de grandes propinas que me iban a dar siempre. Me equivoqué.
Mi madre siempre ha sabido cuanto dinero maneja, en casa nunca hubo una caja fuerte para guardar el dinero, este estaba distribuído por todos los libros de la biblioteca improvisada que teníamos en casa, o sea, que el ladrón que entrará a casa a robar iba a tener que buscar en todos los libros de la biblioteca para llevarse 100 soles.
Llegué a casa muy contento, feliz, había tenido un día genial. comí demasiados dulces, mis nuevos amigos también, pero mi mamá me recibió con cara de pocos amigos y me preguntó si había encontrado dinero en mi mochila. Yo contento le dije que sí y le agradecí, ella me quitó la mochila abrió el bolsillo pequeño y se enfureció más, yo no entendía nada.
Le conté que había encontrado el dinero y usé un poco para unos dulces, pero sospecho que el gasto que hice fue excesivo, porque de pronto el saltarín llegó a mi espalda, seguía sin entender nada y lloré. Me explicó luego de ese latigazo, que ese dinero era un vuelto del día anterior de una compra que ella había hecho, y que se llevó mi mochila, que olvidó el vuelto, que la culpa era de la señora del kiosko por permitir que un niño gaste tanto, a veces me pregunté por qué chucha no se había llevado la mochila de mi hermano. Igual, al día siguiente fue a reclamarle a la señora del kiosko, luego la señora del kiosko cada vez que iba a comprar algo me preguntaba si mi mamá había autorizado esa compra,
Fue una de las tantas veces que injustamente fui ajusticiado por el saltarín. A veces converso de esos temas con mi madre, nos reímos a pesar de que fue un episodio triste para mi y a ella le da algo de vergüenza, pero a ella y a mi papá le enseñaron la vida a golpes y gritos, eso es lo que saqué de todo eso, e igual siento que mi infancia fue feliz.

sábado, 2 de enero de 2016

Carta a Mili

En la agonía de mi prima, le escribí esta carta. Han pasado un par de años, pero aún siento que me acompaña. Espero que siga orando por mi, ya desde el cielo al lado de Jesús, al que le dedico su vida religiosa. Te extraño mucho aún.

Querida Mili,
Intento escribirte algo, pero no sé qué decirte. He tratado de no molestarte mucho, de no incomodarte, de seguirte pero sin molestarte, espero no sientas que te he abandonado, de que no me importaba como estabas, pero mi único objetivo ha sido no molestarte, dejar que te recuperes. La última vez que te vi me quebré, porque a mí todo esto me aterra, pero la lección de vida alucinante que me estás dejando me terminó de dar la fuerza suficiente para agradecerte por todo esto, por tu apoyo, por tu buena onda, por tus ganas de luchar, por hacerme entender que la vida es así y a veces no hay más explicaciones.
Yo recuerdo algunas de las pataletas que te he hecho, no muchas aunque me dice mi mamá que fueron varias, ahora que tengo hijas entiendo algo y agradezco tu paciencia. He sido ingrato, pero tú siempre has estado bien acompañada, en eso coincido con mi mamá, pudimos haber pedido contacto por años, pero estoy seguro que siempre nos has tenido presente en tus oraciones.
Esta carta no es una despedida porque el amor de nuestro Dios y nuestra Madre María siempre nos mantendrá unidos, el único homenaje de todo el respeto, cariño y admiración que tengo es haberle puesto tu nombre a mi hija, gracias prima, de verdad muchas gracias por todo, espero que Dios nos permita seguir contigo, aprendiendo de ti. Te quiero decir muchas cosas más, pero mi madre me cuenta que tienes mucho por leer, además tienes que descansar y no quiero molestar.
Espero verte muy pronto.

NINO 

miércoles, 30 de diciembre de 2015

Descansa en Paz ...

Era la única forma de alejarla de mí, tenía que ser una decepción muy fuerte, con palabras que taladraran su corazón, en una fecha donde estuviera vulnerable y terminar al fin con todo.
Yo la amé, o eso sentí, cuando tienes 18 años crees que aún en el amor duradero y haces cosas por la otra persona que luego de años no harías, pero sientes que es amor y tratas de convencerte que es así.
El amor me duró dos años, dos intensos años en los que mi mundo era ella y yo era su mundo. Las cosas me empezaban a salir bien y ella,  la que estuvo en los momentos más difíciles era mi compañera para disfrutar esos buenos momentos que venían y ella completaba perfectamente.
Pero uno crece y no faltan personas que se cruzan en tu vida para agitarla, para enseñarte un mundo más allá de una paseada de manos, de besos románticos, de hacer el amor en unas cuantas posiciones, ir al cine y bailar en compromisos familiares.
Ella, femme fatale, llegó como un huracán, cambió mi vida, me abrió al mundo. Luego vinieron muchas mujeres más, pero “ella” fue la que me hizo terminar contigo, porque sentí que no podía hacerte algo así. Luego me volví frío y tú estuviste allí, siempre con la absurda esperanza de volver conmigo. Muchos hombres te quisieron amar y a todos rechazaste. Te usé y te dejaste usar, porque pensabas que ello haría que te vuelva a amar, en el fondo quizás te seguía amando, pero me volví egoísta, egocéntrico y no estaba dispuesto a perder mi libertad, mi tiempo, el sexo fácil y la juerga descontrolada, no por ti, ni por nadie.
Un día conversando con un buen amigo, encontré mucha sabiduría en sus palabras. Luego te llamé y te dije que nos deberíamos ver, mi idea era despedirme para siempre de ti, no volver a molestarte, luego recordé que iba a ser la tercera vez y que siempre terminábamos encamados; entonces pensé en destrozarte de una vez, en decepcionarte de tal forma que al romper tu corazón, y estando este en añicos, no volvieras una vez más para sanarlo con falsas esperanzas para luego volver a romper.
“Jódete, no quiero ni mierda” palabras que sabía te entrarían como un puñal, que te harían botar el regalo de Navidad que me compraste a la basura, palabras que destruirían toda la ilusión que aún en ti quedaba, que sabía iban a hacerte reaccionar y olvidar esas idea suicidas por la falta de un amor que yo no podía darte. Pero cada palabra me dolió, me destrozó a mí, porque sabía que no volverías, que la única mujer que hasta esa fecha había amado y me había amado no volvería nunca más.

Funcionó. Me enviaste un correo. Lo entendí todo a la perfección. Lloré. El tiempo pasó y la noticia de tu muerte me destrozó el alma, fuiste una buena mujer que no supe valorar y cuando empezaste a amar, a rehacer tu historia, el hombre que te la dio vida en una mala maniobra te la quitó. Se fueron juntos, como el amor que siempre idealizaste. Descansa en paz. 

viernes, 20 de noviembre de 2015

Valeria

Valeria era indescifrable, tenía dos hijos y solo 19 años, dos hijos con diferentes padres, una niña y un niño.
Su primer hijo lo tuvo a los 16 años, terminó el colegio y en enero dio a luz. Carola nació cuando ella tenía 18. Ambos sujetos masacraron a Valeria en las dos convivencias que le tocó sufrir, le pegaban sin razón, eran mayores que ella. Tuvo un padre que nunca se hizo responsable de ella  y por el cual ella buscaba en los hombres mayores una amor que de niña no conoció.
Yo tenía 20 cuando la conocí, fui a poner una denuncia porque en una borrachera me robaron un celular, la billetera y un par de zapatillas, cuando fui de visita a la casa de un amigo. Ella ponía su segunda denuncia por maltrato familiar
La vi, con la cara destrozada y decidí no poner ninguna denuncia, lo mío no era grave, la ley tenía que encargarse de cosas más importantes, como una chica hermosa golpeada sin razón.
Me acerqué y le pregunté si necesitaba algo, me dijo que no, gracias.
Luego de unos meses, la encontré por la casa de mi amigo, iba con sus dos hijos, pensé que eran sus hermanos, me acerqué y me reconoció, esquivó mi mirada y siguió de largo. La llamé y me acerqué rápidamente.
-          ¿Me recuerdas?
-          No, aléjate, no quiero problemas.
-          ¿tienes  miedo?
-          No por mí, por ellos.
-          Déjame ayudarte.
-          No puedes, nadie puede, aléjate.
-          Hola jovencito ¿cómo te llamas?
-          Andrés.
-          Te cuento un secreto, tu hermana es mi amiga, no les voy a hacer daño.
-          Es mi mamá.
-          Ellos son mis hijos, aléjate.
Quedé sin palabras, me parecía demasiado joven, no obstante, entendí todo lo que sucedía. Me despedí y decidí espiarla.
Entró en una casa humilde, de material noble y de una fachada horrible. Esperé horas en la esquina, hasta que apareció un hombre mayor, de unos cuarenta años, con unas bolsas, entró a la casa de ella. Pensé que podía ser su papá, me estaba yendo a casa de mi amigo y al pasar por su puerta, veo salir al señor con el niño. Baje el ritmo de mis pasos y dejé que me pasaran, volví y toqué la puerta.
Ella  abrió, vi llanto en su cara y terminé de entender todo. Le di un papel con mi número y me fui, pero mi mente se quedó en impregnada de aquellos hermosos ojos llenos de lágrimas. Fui a casa de mi amigo y le conté lo sucedido, me dijo que imaginaba quién era y que mejor no me metiera.
Luego de unas semanas, recibí una llamada muy temprano, yo estaba en resaca y pude escuchar una voz suave llena de desesperación diciendo: Ayúdame, ya no puedo más.
Salté de mi cama, tomé mi moto y me fui sin pensar hacia la casa de Valeria. Al llegar la puerta abierta, Carol llorando y Valeria en el piso. Me asusté, llevé a Carol hacia la casa de Joaquín, mi amigo, se la entregué y volví corriendo. Tomé a Valeria y salí corriendo mientras gritaba pidiendo un taxi. Llegamos a una clínica, la internaron y me pidieron que espere.
Valeria nunca más volvió a caminar, Julián, el hombre mayor abusivo, huyó con Andrés. Valeria y Carol ingresaron a un programa del estado que ahora las protege, irónico, el mismo estado que a pesar de las tres denuncias que Valeria hizo en contra de Julián  nunca las protegió, ese mismo estado que hasta ahora, ocho años después no puede dar con el paradero de Julián y Andrés.
Valeria me rechazó, la vida le quitó la capacidad de amar.


jueves, 9 de abril de 2015

Largo trip

Manejaba el auto de mi padre, iba muy rápido, tenía prisa por verla, por escaparme de todo, por secuestrarla toda la semana y olvidarme del mundo, de mis problemas, de los problemas con mis padres, con mis hermanos, olvidarme de que iba a jalar una vez un ciclo en la universidad, no me importaba que posiblemente al regresar mi padre me iba a castigar de por vida y en por lo menos 3 años o quizás más no iba a volver a manejar un auto.
Ella era pequeña de ojos grandes, nariz respingada, cabellos dorados y entre sus piernas Dios puso la gloria.
¿El dinero? pues como iba a jalar la universidad una vez más, decidí que era innecesario pagar la pensión, así que problema solucionado.
Compré mucha hierba, mucho alcohol, coordiné con un amigo para que me preste la casa de sus abuelos en Colán y emprendí la huida.
Música a todo volumen, ella volaba, era una perfecta copiloto, me mantuvo despierto y entretenido hasta Trujillo, bueno en realidad durmió varias horas pero verla dormir me entretenía, tenía gestos rarísimos al dormir.
Cuando llegamos a Trujillo, decidí que era hora de descansar, ya no jalaba, la carretera era plana, aburrida y venía la peor parte. En Trujillo ella tenía familia, unas primas de algún pueblito de Ancash que estudiaban en la Universidad de Trujillo, bueno nos hospedamos allí, nos metimos una señora borrachera, el tema fue que al día siguiente mi cabeza explotaba y ella parecía sana, le pregunté si sabía manejar, me dijo que no pero que quería aprender y bueno luego de un curso intensivo de manejo, le di el carro y seguimos la ruta. ¿cómo manejó? ni idea, yo iba durmiendo y al llegar a Chiclayo me despertó porque ya estaba cansada.
Quedé sorprendido, nos morimos de risa, tomé el volante y seguimos hasta Piura, en la que debe ser la carretera más aburrida del Perú, puro desierto y árboles que solo Dios sabe como crecen, me bajé a orinar para darle algo de agua a esas tierras áridas.
En Piura busqué a un primo, ese man tenía más años en la universidad que yo y creo que al final nunca la terminó, en fin nos juntamos en su depa, llevó a su flaca de turno y la hicimos linda, alcohol, hierba y otras cosas incontables.
Al tercer día estuvimos por fin en Colán, los abuelos de mi amigo ya habían regresado y sin embargo accedieron a darnos hospedaje, al siguiente día nos botaron, creo que hubo algunos gritos que los espantaron y ya no estaban para esos trotes.
Decidí comprar una carpa y que viviríamos allí y en el carro el resto de la semana, imposible, incómodo, nos fuimos a un hotel en Máncora de mala muerte, se me acababa la pensión, no tenía vista al mar, en fin, era lo de menos.
Los hippies la trenzaron a cambio de un poco de hierba, me compré una pipa muy bonita a 20 soles y un poco de hierba, en realidad creo que todo lo pagaba con un poco de dinero y un poco de hierba, Máncora es así, playa , desbande y un poco de hierba.
Conocimos a una flaca que ahora es figura de TV y de la que obtuvimos, para variar con un poco de hierba, una noche incontable. Los días no volaban, los que volábamos éramos nosotros, pensé en hacerme hippie y vivir haciendo trenzas, fumando hierba, pescando artesanalmente, ¿cuánto me pagarían por el carro de mi papá? En esas andaba cuando una patrulla se acercó y me dijo:
Muchacho, ese carro está reportado en Lima como robado. Me llevaron a la delegación, no opuse resistencia, en realidad no sentía nada, solo me reía. Al siguiente día llegó mi hermano, enojado, correcto él, el mejor de los dos para todos en la familia, yo en el fondo sabía que quizás era cierto pero bueno, me gritó, lo mandé a la mierda y me sacó la mierda. Sacó el carro y nos fuimos, manejo hasta el aeropuerto de Piura, previa tanqueada y me dijo: Ya oe idiota llévalo a Lima, mi mamá te espera, seguro te va a sacar la mierda, pero bueno tú sabes cómo es.
Empecé la regresada, pensé en volver a Máncora, pero era tiempo de volver, era tiempo de ser gente, de sentar cabeza de una vez. ¿Ella? ni idea, creo que aún vive en Máncora, cuando me detuvieron estaba dormida aún en el hotel, supe que se fue con un hippie, el de las trenzas.

martes, 25 de febrero de 2014

Paco y sus pacos

Paco es adicto a la marihuana y cocaína. Paco es mi amigo, hemos tenido juergas memorables. Paco es soltero, 35 años y siempre trabaja bajo los efectos de la cocaína, de otra forma, me cuenta, no podría soportar todo el drama de sus clientes. Paco, trabaja en un banco, hace cobranzas.

Un día me pidió que lo acompañe a comprar drogas al Callao, Puerto Nuevo. Estábamos en juerga y junto con un broder, Raúl, aceptamos ir un toque nomás. Llegamos a la jato de su proveedor, una jato enorme, en medio de tanta lacra y casas de madera. EL tío envío a su hija  a recogernos, pero el regreso, nos advirtió, lo haríamos por nuestra cuenta.

Su hija estaba ocupada armándole un pedido grande y no se podía distraer. Nos tomamos unas chelas con el tío, escuchando salsa y hablando de la vida.

Luego de una hora de hacer negocios, nos teníamos que ir, eran las 9pm y con tragos encima, tuvimos coraje y salimos con “pana y elegancia” laberinto  tras laberinto, casa de madera tras casa de madera, y alguna que otra casa de material noble, seguro guarida de algún narco, algún extorsionador o algún apretón.

Llegamos a una canchita de fulbito, ya íbamos a  de salir de esa inmundicia y de pronto Raúl se da cuenta que venían  8 patas o más a cuadrarnos, corrimos, salimos a la avenida y seguimos corriendo.

Uffff la libramos webon, dijo Paco. Yo no podía ni respirar y en eso andábamos hasta que a lo lejos venía un broder en calzoncillo, si pues era Raúl, totalmente calato.  Nos comenzamos a cagar de risa, tomamos un taxi y nos largamos a la jato de Paco, le prestó ropa a Raúl  y seguimos la juerga.