sábado, 21 de diciembre de 2013

y en cada cigarro, el recuerdo de lo vivido

La conocí una tarde de verano chiclayana. Ella fumaba un cigarro, estaba sola, en un parque cerca a la casa de mi tía Linda. Yo tenía 15 años y ella 18, me acerqué a pedirle me preste su encendedor. ¿tú fumas? Me preguntó, no le respondí. Prendí mi cigarro, le agradecí y me fui.
Al día siguiente y a la misma hora, volví a esa banca, pero ella ya no estaba sola, estaba con un chico, que años después sería su esposo. Igual fui con el pretexto del encendedor. Se río, encendí mi cigarro y me fui, picón, muy picón.
Pasó un semana y fue la misma rutina, el chico siempre estaba allí  y yo nunca decía nada. Un día que fui decidido a hablarle, ella ya no fue. No volvió hasta el siguiente verano.
Recuerdo que por esa época yo andaba lleno de problemas en casa, había terminado el año escolar con las justas y con hartas llamadas de atención de los curas. Ni bien terminaron las clases, mi madre me envío donde mi tía Linda, mi madre y hermanos llegaron para pasar las fiestas y luego se fueron a Piura, yo me quedé en Chiclayo, tenía la esperanza de volverla a ver.
Todos los días a las seis y media de la tarde iba al parque a esperarla, hasta que a mediados de enero, volví a verla. Y no me acerqué, ya me había fumado mi pucho.
Al día siguiente estaba sentada, fumando su pucho y con el chico, tomados de la mano. Me sentí hasta las huevas, pero igual fui, encendí mi cigarro y la miré fijamente a los ojos, me fui hasta una banca cerca y me senté allí a mirarla, fijamente, pasaron dos horas y se fueron. Me sentí peor, pero no me moví, no tenía ningún apuro, pensaba en que debía buscar otra chica, pero igual no me movía, luego de media hora, ella volvió.
¿Te invitó un cigarro? me dijo, la rechacé diciendo que solo fumaba un cigarro al día, porque el olor me podía traer problemas en casa. Eres un niño entonces, se rió y la odié. ¿Me llamo Laura y tú? Para los amigos Lucho, para ti Luis.
Se rió fuertemente, me avergonzó, la odié más, me tiró el humo en la cara y me besó. Un beso con harto sabor a pucho, intenso como son los besos a esa edad siendo verano, como son los besos cuando sabes que finalizado el verano todo se acabará.
Y tarde tras tarde, ella estaba con el chico hasta las ocho, se iban y ella volvía. Caminábamos horas de horas, a veces la hacía dormir en casa de mi tía, a veces yo dormía en la casa de su madrina. Pasado el mes se peleó con Esteban, nos íbamos a la playa y al campo. Regresábamos quemados, llenos de tierra, de arena, con picaduras de insectos, con mordidas de perros, apestando a cigarro, apestan a alcohol, era intenso demasiado intenso.
Nos citamos para las cuatro pm de un viernes, la espere y espere y nunca llegó. Fui al parque y tampoco estaba allí. Al día siguiente, me fui todo el día la parque y nada, decidí ir a buscarla donde su madrina y resulta que el viernes a las cuatro pm se había ido a su casa en Bagua. Me sentí hasta las huevas, triste. Justo ese día llegó mi madre con mis hermanos, nos quedamos una semana más y luego regresamos a “La Gris”.

Marzo fue hasta las huevas, Abril fue mejor y en Mayo me resigné.