Un día me pidió que lo acompañe a comprar drogas al Callao,
Puerto Nuevo. Estábamos en juerga y junto con un broder, Raúl, aceptamos ir un
toque nomás. Llegamos a la jato de su proveedor, una jato enorme, en medio de
tanta lacra y casas de madera. EL tío envío a su hija a recogernos, pero el regreso, nos advirtió,
lo haríamos por nuestra cuenta.
Su hija estaba ocupada armándole un pedido grande y no se
podía distraer. Nos tomamos unas chelas con el tío, escuchando salsa y hablando
de la vida.
Luego de una hora de hacer negocios, nos teníamos que ir,
eran las 9pm y con tragos encima, tuvimos coraje y salimos con “pana y elegancia”
laberinto tras laberinto, casa de madera
tras casa de madera, y alguna que otra casa de material noble, seguro guarida
de algún narco, algún extorsionador o algún apretón.
Llegamos a una canchita de fulbito, ya íbamos a de salir de esa inmundicia y de pronto Raúl se
da cuenta que venían 8 patas o más a
cuadrarnos, corrimos, salimos a la avenida y seguimos corriendo.
Uffff la libramos webon, dijo Paco. Yo no podía ni respirar
y en eso andábamos hasta que a lo lejos venía un broder en calzoncillo, si pues
era Raúl, totalmente calato. Nos
comenzamos a cagar de risa, tomamos un taxi y nos largamos a la jato de Paco,
le prestó ropa a Raúl y seguimos la
juerga.