viernes, 20 de noviembre de 2015

Valeria

Valeria era indescifrable, tenía dos hijos y solo 19 años, dos hijos con diferentes padres, una niña y un niño.
Su primer hijo lo tuvo a los 16 años, terminó el colegio y en enero dio a luz. Carola nació cuando ella tenía 18. Ambos sujetos masacraron a Valeria en las dos convivencias que le tocó sufrir, le pegaban sin razón, eran mayores que ella. Tuvo un padre que nunca se hizo responsable de ella  y por el cual ella buscaba en los hombres mayores una amor que de niña no conoció.
Yo tenía 20 cuando la conocí, fui a poner una denuncia porque en una borrachera me robaron un celular, la billetera y un par de zapatillas, cuando fui de visita a la casa de un amigo. Ella ponía su segunda denuncia por maltrato familiar
La vi, con la cara destrozada y decidí no poner ninguna denuncia, lo mío no era grave, la ley tenía que encargarse de cosas más importantes, como una chica hermosa golpeada sin razón.
Me acerqué y le pregunté si necesitaba algo, me dijo que no, gracias.
Luego de unos meses, la encontré por la casa de mi amigo, iba con sus dos hijos, pensé que eran sus hermanos, me acerqué y me reconoció, esquivó mi mirada y siguió de largo. La llamé y me acerqué rápidamente.
-          ¿Me recuerdas?
-          No, aléjate, no quiero problemas.
-          ¿tienes  miedo?
-          No por mí, por ellos.
-          Déjame ayudarte.
-          No puedes, nadie puede, aléjate.
-          Hola jovencito ¿cómo te llamas?
-          Andrés.
-          Te cuento un secreto, tu hermana es mi amiga, no les voy a hacer daño.
-          Es mi mamá.
-          Ellos son mis hijos, aléjate.
Quedé sin palabras, me parecía demasiado joven, no obstante, entendí todo lo que sucedía. Me despedí y decidí espiarla.
Entró en una casa humilde, de material noble y de una fachada horrible. Esperé horas en la esquina, hasta que apareció un hombre mayor, de unos cuarenta años, con unas bolsas, entró a la casa de ella. Pensé que podía ser su papá, me estaba yendo a casa de mi amigo y al pasar por su puerta, veo salir al señor con el niño. Baje el ritmo de mis pasos y dejé que me pasaran, volví y toqué la puerta.
Ella  abrió, vi llanto en su cara y terminé de entender todo. Le di un papel con mi número y me fui, pero mi mente se quedó en impregnada de aquellos hermosos ojos llenos de lágrimas. Fui a casa de mi amigo y le conté lo sucedido, me dijo que imaginaba quién era y que mejor no me metiera.
Luego de unas semanas, recibí una llamada muy temprano, yo estaba en resaca y pude escuchar una voz suave llena de desesperación diciendo: Ayúdame, ya no puedo más.
Salté de mi cama, tomé mi moto y me fui sin pensar hacia la casa de Valeria. Al llegar la puerta abierta, Carol llorando y Valeria en el piso. Me asusté, llevé a Carol hacia la casa de Joaquín, mi amigo, se la entregué y volví corriendo. Tomé a Valeria y salí corriendo mientras gritaba pidiendo un taxi. Llegamos a una clínica, la internaron y me pidieron que espere.
Valeria nunca más volvió a caminar, Julián, el hombre mayor abusivo, huyó con Andrés. Valeria y Carol ingresaron a un programa del estado que ahora las protege, irónico, el mismo estado que a pesar de las tres denuncias que Valeria hizo en contra de Julián  nunca las protegió, ese mismo estado que hasta ahora, ocho años después no puede dar con el paradero de Julián y Andrés.
Valeria me rechazó, la vida le quitó la capacidad de amar.