miércoles, 30 de diciembre de 2015

Descansa en Paz ...

Era la única forma de alejarla de mí, tenía que ser una decepción muy fuerte, con palabras que taladraran su corazón, en una fecha donde estuviera vulnerable y terminar al fin con todo.
Yo la amé, o eso sentí, cuando tienes 18 años crees que aún en el amor duradero y haces cosas por la otra persona que luego de años no harías, pero sientes que es amor y tratas de convencerte que es así.
El amor me duró dos años, dos intensos años en los que mi mundo era ella y yo era su mundo. Las cosas me empezaban a salir bien y ella,  la que estuvo en los momentos más difíciles era mi compañera para disfrutar esos buenos momentos que venían y ella completaba perfectamente.
Pero uno crece y no faltan personas que se cruzan en tu vida para agitarla, para enseñarte un mundo más allá de una paseada de manos, de besos románticos, de hacer el amor en unas cuantas posiciones, ir al cine y bailar en compromisos familiares.
Ella, femme fatale, llegó como un huracán, cambió mi vida, me abrió al mundo. Luego vinieron muchas mujeres más, pero “ella” fue la que me hizo terminar contigo, porque sentí que no podía hacerte algo así. Luego me volví frío y tú estuviste allí, siempre con la absurda esperanza de volver conmigo. Muchos hombres te quisieron amar y a todos rechazaste. Te usé y te dejaste usar, porque pensabas que ello haría que te vuelva a amar, en el fondo quizás te seguía amando, pero me volví egoísta, egocéntrico y no estaba dispuesto a perder mi libertad, mi tiempo, el sexo fácil y la juerga descontrolada, no por ti, ni por nadie.
Un día conversando con un buen amigo, encontré mucha sabiduría en sus palabras. Luego te llamé y te dije que nos deberíamos ver, mi idea era despedirme para siempre de ti, no volver a molestarte, luego recordé que iba a ser la tercera vez y que siempre terminábamos encamados; entonces pensé en destrozarte de una vez, en decepcionarte de tal forma que al romper tu corazón, y estando este en añicos, no volvieras una vez más para sanarlo con falsas esperanzas para luego volver a romper.
“Jódete, no quiero ni mierda” palabras que sabía te entrarían como un puñal, que te harían botar el regalo de Navidad que me compraste a la basura, palabras que destruirían toda la ilusión que aún en ti quedaba, que sabía iban a hacerte reaccionar y olvidar esas idea suicidas por la falta de un amor que yo no podía darte. Pero cada palabra me dolió, me destrozó a mí, porque sabía que no volverías, que la única mujer que hasta esa fecha había amado y me había amado no volvería nunca más.

Funcionó. Me enviaste un correo. Lo entendí todo a la perfección. Lloré. El tiempo pasó y la noticia de tu muerte me destrozó el alma, fuiste una buena mujer que no supe valorar y cuando empezaste a amar, a rehacer tu historia, el hombre que te la dio vida en una mala maniobra te la quitó. Se fueron juntos, como el amor que siempre idealizaste. Descansa en paz.