martes, 12 de abril de 2016

El saltarín

Recuerdo que mi mamá compró un saltarín, para "saltar la soga", pero nunca lo utilizó para hacer deporte, fue un reemplazo de la correa, que utilizaba con gran precisión para castigarnos. Un día encontré un dinero en mi mochila BRONCO, una mochila espantosa de jean, me la compraron porque mis mochilas siempre las usábamos de arco en el colegio y se rompían a los dos meses de iniciado el año escolar, la crisis de los años 90´s en el Perú, obligó a mi madre a hacerme pasar algunas vergüenzas, y definitivamente usar una mochila BRONCO fue una de las que marcaron mi infancia.
Estaba en la hora del recreo y descubrí a los 6 años de edad el enorme poder del dinero para conseguir amigos, invité a mis nuevos amigos muchas gaseosas Casinelli de Champagne, grageas dulces en sorbetes, bocaditos Karinto, chocolates en forma de Sapo y alguna otra cosa más. Era el rey, la felicidad absoluta, mi padres nunca me habían dado propina y pensé que ese dinero era el inicio de grandes propinas que me iban a dar siempre. Me equivoqué.
Mi madre siempre ha sabido cuanto dinero maneja, en casa nunca hubo una caja fuerte para guardar el dinero, este estaba distribuído por todos los libros de la biblioteca improvisada que teníamos en casa, o sea, que el ladrón que entrará a casa a robar iba a tener que buscar en todos los libros de la biblioteca para llevarse 100 soles.
Llegué a casa muy contento, feliz, había tenido un día genial. comí demasiados dulces, mis nuevos amigos también, pero mi mamá me recibió con cara de pocos amigos y me preguntó si había encontrado dinero en mi mochila. Yo contento le dije que sí y le agradecí, ella me quitó la mochila abrió el bolsillo pequeño y se enfureció más, yo no entendía nada.
Le conté que había encontrado el dinero y usé un poco para unos dulces, pero sospecho que el gasto que hice fue excesivo, porque de pronto el saltarín llegó a mi espalda, seguía sin entender nada y lloré. Me explicó luego de ese latigazo, que ese dinero era un vuelto del día anterior de una compra que ella había hecho, y que se llevó mi mochila, que olvidó el vuelto, que la culpa era de la señora del kiosko por permitir que un niño gaste tanto, a veces me pregunté por qué chucha no se había llevado la mochila de mi hermano. Igual, al día siguiente fue a reclamarle a la señora del kiosko, luego la señora del kiosko cada vez que iba a comprar algo me preguntaba si mi mamá había autorizado esa compra,
Fue una de las tantas veces que injustamente fui ajusticiado por el saltarín. A veces converso de esos temas con mi madre, nos reímos a pesar de que fue un episodio triste para mi y a ella le da algo de vergüenza, pero a ella y a mi papá le enseñaron la vida a golpes y gritos, eso es lo que saqué de todo eso, e igual siento que mi infancia fue feliz.